El primero en llegar no suele ser el primero en aparecer en los libros de historia. Edison
no inventó la bombilla y, sin embargo, es reconocido como padre de tan
imprescindible invento. Lo mismo sucede con la radio, que parace tener
muchos progenitores aunque, como siempre, la historia simplifica la
cuestión otorgando el título a Guglielmo Marconi.
Muchos padres
Por
motivos de simplificación, sobre todo de cara al saber popular, la
mayor parte de los inventos tienen un “padre”, esto es, alguien al que
universalmente se atribuye el genio de haber alumbrado un aparato o
técnica genial en beneficio de la humanidad. La realidad siempre es
mucho más compleja y, por ello, la verdadera historia detrás del
nacimiento de todo tipo de teorías o tecnologías es, cuando menos,
oscura, tortuosa y apasionante. Con la radio nos encontramos ante una batalla con mil padres.
Prácticamente toda Europa pretende tener un padre para una de las
tecnologías más importantes jamás desarrolladas. ¿Alguien lleva razón?
¿Se puede afirmar con rotundidad que alguno de los contendientes es el
inventor capital de la idea? Como la lógica nos dicta, la labor de
todos ellos contribuyó al nacimiento y desarrollo de la radio en todos
sus múltiples aspectos, no fue tarea de un genio solitario.
Si tuviera que elegir un punto de partida, sin duda visitaría a Heinrich Rudolf Hertz,
que en 1888 logró demostrar la existencia de las ondas
electromagnéticas, verdadera alma de la radio, un hallazgo
impresionante que, sin embargo, chocó con la falta de imaginación del
propio Hertz, quien llegó a afirmar que las ondas electromagnéticas
carecían de ningún interés práctico. Por otra parte, Hertz llegó tan
lejos porque anteriormente James Clerk Maxwell
había desarrollado las bases teóricas para la comprensión del
electromagnetismo. Mientras Hertz ejecutaba sus experimentos que
demostraron la existencia real de las ondas electromagnéticas, el
mismísimo Edison también se encontraba tras la pista, pero un genio
“maldito” se adelantó.
Nikola Tesla,
Nikola Tesla en sus 60 años ajustando un aparato de radio en su laboratorio en la ciudad de Nueva York.
no inventó la bombilla y, sin embargo, es reconocido como padre de tan
imprescindible invento. Lo mismo sucede con la radio, que parace tener
muchos progenitores aunque, como siempre, la historia simplifica la
cuestión otorgando el título a Guglielmo Marconi.
Muchos padres
Por
motivos de simplificación, sobre todo de cara al saber popular, la
mayor parte de los inventos tienen un “padre”, esto es, alguien al que
universalmente se atribuye el genio de haber alumbrado un aparato o
técnica genial en beneficio de la humanidad. La realidad siempre es
mucho más compleja y, por ello, la verdadera historia detrás del
nacimiento de todo tipo de teorías o tecnologías es, cuando menos,
oscura, tortuosa y apasionante. Con la radio nos encontramos ante una batalla con mil padres.
Prácticamente toda Europa pretende tener un padre para una de las
tecnologías más importantes jamás desarrolladas. ¿Alguien lleva razón?
¿Se puede afirmar con rotundidad que alguno de los contendientes es el
inventor capital de la idea? Como la lógica nos dicta, la labor de
todos ellos contribuyó al nacimiento y desarrollo de la radio en todos
sus múltiples aspectos, no fue tarea de un genio solitario.
Si tuviera que elegir un punto de partida, sin duda visitaría a Heinrich Rudolf Hertz,
que en 1888 logró demostrar la existencia de las ondas
electromagnéticas, verdadera alma de la radio, un hallazgo
impresionante que, sin embargo, chocó con la falta de imaginación del
propio Hertz, quien llegó a afirmar que las ondas electromagnéticas
carecían de ningún interés práctico. Por otra parte, Hertz llegó tan
lejos porque anteriormente James Clerk Maxwell
había desarrollado las bases teóricas para la comprensión del
electromagnetismo. Mientras Hertz ejecutaba sus experimentos que
demostraron la existencia real de las ondas electromagnéticas, el
mismísimo Edison también se encontraba tras la pista, pero un genio
“maldito” se adelantó.
Nikola Tesla,
Nikola Tesla en sus 60 años ajustando un aparato de radio en su laboratorio en la ciudad de Nueva York.
el audaz impulsor de la corriente alterna, llegó antes que todos los
demás a una solución práctica y, por ello, suele ser considerado como
padre de la radio junto a Marconi, aunque pasaron décadas hasta que su
labor fue reconocida. El ingenioso Tesla se interesó por las ondas
electromagnéticas en la década de 1890, logrando varias patentes sobre
tecnologías de emisión de radio y, alumbrado ya el siglo XX, levantó la
alta torre de su famoso experimento de Wardenclyffe,
con el que pretendía no sólo emitir radio a través del océano, sino
alimentar aparatos eléctricos a distancia. Lamentablemente, el
experimento no se llevó a cabo.
Finalmente, llegamos al
inventor “oficial” de la radio o, mejor dicho, de la telegrafía sin
hilos. La fama de Marconi le debe mucho a que el italiano era un gran
hombre de negocios, publicista excepcional de sus logros y un avezado
hombre de mundo. De hecho, pasó a ser considerado héroe gracias al uso
de su tecnología en el salvamento de muchas personas en varios
naufragios célebres, como el del Titanic de 1912. El 2 de
julio de 1897 Marconi logró una patente sobre telegrafía sin hilos en
Gran Bretaña, por lo que es considerado como el padre de las
comunicaciones inalámbricas. Muchos otros habían experimentado y publicado trabajos sobre el tema anteriormente, como el ruso Alexander Stepanovich Popov, pero el nombre de Marconi es el que aparece con letras doradas hoy día.
Militar e ingeniero
Casi olvidado, uno de los más sobresalientes protagonistas de la historia de la radio, el español Julio Cervera Baviera, merece un puesto en el salón de la fama de los inventores, al menos al mismo nivel que Marconi. No se trata de un desvarío nacionalista,
Julio Cervera acumuló méritos suficientes para ser recordado como uno
de los padres de la radio porque, aunque el italiano logró adelantarse
en la fecha de patente, fue el español quien solucionó de manera
práctica muchos de los problemas de transmisión y recepción varios años
antes que Marconi.
Como en tantas ocasiones, con Julio nos encontramos ante una figura polifacética,
podría decirse que era un verdadero aventurero que supo unir en su vida
la pasión por la ciencia, la tecnología, la exploración geográfica y
las actividades militares. Nacido en Segorbe el 26 de enero de 1854,
estudió ciencias en la Universidad de Valencia, aunque no completó la
carrera porque decidió convertirse en militar. Así, comenzó su
formación castrense en la Academia de Caballería de Valladolid y, más
adelante, pasó a la Escuela de Ingenieros Militares de Guadalajara. En
el ejército tomó parte en varias expediciones geográficas en África, de
las que nos quedan sus recuerdos y estudios gracias a las publicaciones
que realizó de las mismas. En 1898, durante la Guerra Hispano-Americana,
siendo Comandante de ingenieros se encargó de la defensa del Guamaní,
en Puerto Rico, posición elevada sobre el camino entre Cayey y Guayama,
lugar célebre por la batalla del 9 de agosto en la que se logró
contener a las tropas de los Estados Unidos.
Tras la guerra, trabajó como ingeniero y encontró en la radio un campo excitante al que dedicar su ingenio. Colaboró en Londres con Marconi
y su ayudante, George Kemp, en el desarrollo de varios aparatos
prácticos para la emisión y recepción de señales de telegrafía sin
hilos. En el año 1899 Julio había logrado ya varias patentes
sobresalientes, como la de un sistema de control a distancia que podría
considerarse como el abuelo de los mandos a distancia actuales. Durante
los años siguientes se dedicó con pasión a labores científicas y a su
trabajo como ingeniero. Ahora bien, el momento culminante de su vida
tuvo como escenario el norte de África. Mientras Marconi y muchos otros
ingenieros discutían, el militar español pasó a la práctica, más allá
de la telegrafía sin hilos decidió dar el gran salto, algo en lo que
nadie había osado entrar hasta entonces, Julio ideó una radio para
emitir la voz humana e incluso constituyó una empresa para construir y
comercializar su tecnología. El ingenio de Cervera logró máquinas que
competían con ventaja sobre las de Marconi. Por ejemplo, para emitir
mensajes empleaba teclados, como máquinas de escribir, lo que hacía de
su transmisor un sistema mucho más rápido que el del italiano. La
red de transmisión que el Ejército utilizó durante tres meses,
instalada por Julio, entre Tarifa y Ceuta, fue pionera en el mundo.
Pero más allá de las comunicaciones telegráficas, el sueño de Cervera
de comunicarse sin hilos con voz humana se materializó en las
históricas emisiones que durante 1902 realizó entre Jávea e Ibiza.
Había nacido la telefonía sin hilos, pero casi nadie se enteró.
Marconi, en desventaja técnica, no debía temer al español, que
trabajaba en un país hundido por el desastre del 98 y que no tenía
contacto real con el resto de la comunidad científica mundial. La
realidad es dura y hoy Marconi sigue siendo considerado un héroe en su
patria, padre de la radio y su nombre es conocido en todos los rincones
del planeta. Julio Cervera, en cambio, murió en el olvido, tanto que ni siquiera se conoce la fecha en que falleció.
Las patentes de Julio Cervera Baviera. Una sencilla búsqueda en el Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas
sirve para darnos cuenta del ingenio de Julio Cervera. En el registro
aparecen más de una docena de patentes, entre 1899 y 1914, que nos
enseñan todo un mundo interior de genialidad que se adelantaba a su
tiempo. Así, podemos contemplar patentes sobre sistemas de emisión y
recepción de radio, control a distancia o aplicaciones tan curiosas
como nuevos métodos de enseñanza a distancia o la que fue su última
patente, registrada el 20 de Junio de 1914, con el siguiente título: Envases
para mejorar el crecimiento, madurez, conservación y transporte de las
frutas frescas en frascos o recipientes especiales llenos de un gas
inerte o de un líquido apropiado.
demás a una solución práctica y, por ello, suele ser considerado como
padre de la radio junto a Marconi, aunque pasaron décadas hasta que su
labor fue reconocida. El ingenioso Tesla se interesó por las ondas
electromagnéticas en la década de 1890, logrando varias patentes sobre
tecnologías de emisión de radio y, alumbrado ya el siglo XX, levantó la
alta torre de su famoso experimento de Wardenclyffe,
con el que pretendía no sólo emitir radio a través del océano, sino
alimentar aparatos eléctricos a distancia. Lamentablemente, el
experimento no se llevó a cabo.
Finalmente, llegamos al
inventor “oficial” de la radio o, mejor dicho, de la telegrafía sin
hilos. La fama de Marconi le debe mucho a que el italiano era un gran
hombre de negocios, publicista excepcional de sus logros y un avezado
hombre de mundo. De hecho, pasó a ser considerado héroe gracias al uso
de su tecnología en el salvamento de muchas personas en varios
naufragios célebres, como el del Titanic de 1912. El 2 de
julio de 1897 Marconi logró una patente sobre telegrafía sin hilos en
Gran Bretaña, por lo que es considerado como el padre de las
comunicaciones inalámbricas. Muchos otros habían experimentado y publicado trabajos sobre el tema anteriormente, como el ruso Alexander Stepanovich Popov, pero el nombre de Marconi es el que aparece con letras doradas hoy día.
Militar e ingeniero
Casi olvidado, uno de los más sobresalientes protagonistas de la historia de la radio, el español Julio Cervera Baviera, merece un puesto en el salón de la fama de los inventores, al menos al mismo nivel que Marconi. No se trata de un desvarío nacionalista,
Julio Cervera acumuló méritos suficientes para ser recordado como uno
de los padres de la radio porque, aunque el italiano logró adelantarse
en la fecha de patente, fue el español quien solucionó de manera
práctica muchos de los problemas de transmisión y recepción varios años
antes que Marconi.
Como en tantas ocasiones, con Julio nos encontramos ante una figura polifacética,
podría decirse que era un verdadero aventurero que supo unir en su vida
la pasión por la ciencia, la tecnología, la exploración geográfica y
las actividades militares. Nacido en Segorbe el 26 de enero de 1854,
estudió ciencias en la Universidad de Valencia, aunque no completó la
carrera porque decidió convertirse en militar. Así, comenzó su
formación castrense en la Academia de Caballería de Valladolid y, más
adelante, pasó a la Escuela de Ingenieros Militares de Guadalajara. En
el ejército tomó parte en varias expediciones geográficas en África, de
las que nos quedan sus recuerdos y estudios gracias a las publicaciones
que realizó de las mismas. En 1898, durante la Guerra Hispano-Americana,
siendo Comandante de ingenieros se encargó de la defensa del Guamaní,
en Puerto Rico, posición elevada sobre el camino entre Cayey y Guayama,
lugar célebre por la batalla del 9 de agosto en la que se logró
contener a las tropas de los Estados Unidos.
Tras la guerra, trabajó como ingeniero y encontró en la radio un campo excitante al que dedicar su ingenio. Colaboró en Londres con Marconi
y su ayudante, George Kemp, en el desarrollo de varios aparatos
prácticos para la emisión y recepción de señales de telegrafía sin
hilos. En el año 1899 Julio había logrado ya varias patentes
sobresalientes, como la de un sistema de control a distancia que podría
considerarse como el abuelo de los mandos a distancia actuales. Durante
los años siguientes se dedicó con pasión a labores científicas y a su
trabajo como ingeniero. Ahora bien, el momento culminante de su vida
tuvo como escenario el norte de África. Mientras Marconi y muchos otros
ingenieros discutían, el militar español pasó a la práctica, más allá
de la telegrafía sin hilos decidió dar el gran salto, algo en lo que
nadie había osado entrar hasta entonces, Julio ideó una radio para
emitir la voz humana e incluso constituyó una empresa para construir y
comercializar su tecnología. El ingenio de Cervera logró máquinas que
competían con ventaja sobre las de Marconi. Por ejemplo, para emitir
mensajes empleaba teclados, como máquinas de escribir, lo que hacía de
su transmisor un sistema mucho más rápido que el del italiano. La
red de transmisión que el Ejército utilizó durante tres meses,
instalada por Julio, entre Tarifa y Ceuta, fue pionera en el mundo.
Pero más allá de las comunicaciones telegráficas, el sueño de Cervera
de comunicarse sin hilos con voz humana se materializó en las
históricas emisiones que durante 1902 realizó entre Jávea e Ibiza.
Había nacido la telefonía sin hilos, pero casi nadie se enteró.
Marconi, en desventaja técnica, no debía temer al español, que
trabajaba en un país hundido por el desastre del 98 y que no tenía
contacto real con el resto de la comunidad científica mundial. La
realidad es dura y hoy Marconi sigue siendo considerado un héroe en su
patria, padre de la radio y su nombre es conocido en todos los rincones
del planeta. Julio Cervera, en cambio, murió en el olvido, tanto que ni siquiera se conoce la fecha en que falleció.
Las patentes de Julio Cervera Baviera. Una sencilla búsqueda en el Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas
sirve para darnos cuenta del ingenio de Julio Cervera. En el registro
aparecen más de una docena de patentes, entre 1899 y 1914, que nos
enseñan todo un mundo interior de genialidad que se adelantaba a su
tiempo. Así, podemos contemplar patentes sobre sistemas de emisión y
recepción de radio, control a distancia o aplicaciones tan curiosas
como nuevos métodos de enseñanza a distancia o la que fue su última
patente, registrada el 20 de Junio de 1914, con el siguiente título: Envases
para mejorar el crecimiento, madurez, conservación y transporte de las
frutas frescas en frascos o recipientes especiales llenos de un gas
inerte o de un líquido apropiado.
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